HEBONA

Shakespeare  ASESINATO DEL PADRE DE HAMLET

Johann Heinrich Lips  Metropòlitan Museum of Arts Wikimedia Commons

“Hacia en el jardín una siesta como de costumbre, pasado el mediodia, en mi hora segura, entró tu tio con jugo de Hebenon maldito en un frasco, y en los pabellones de mis oídos derramó la destilación leprosa; cuyo efecto tiene tal enemistad con la sangre del hombre, que, veloz como azogue, atraviesa las puertas y callejones naturales de su cuerpo entero; y con vigor rápido desmezcla y amatona, tal como hacen las gotas de ácido en la leche, la sangre más buena la más fina  sangre; como en la mia, en un momento una sarnosa  escama me laceró con pestilente suciedad , el cuerpo siempre tan sano. Asi fue como durmiendo, por mano fraterna, vida, reina y corona perdí de golpe.”

Fantasma (Rey Hamlet, padre de Hamlet) hablando con Hamlet [Acto I, escena 5] Hebenon – 

Al grito de ¡Hebona para todos!, los poderes públicos, estado, «mass media», judicatura, partidos políticos se han lanzado a repartir ese veneno que entra por las orejas, y que no son otra cosa que las mentiras deliberadas, las Fake News, las distorsiones de la verdad, este veneno al entrar en el cuerpo social, corrompe sus estructuras, y sus efectos  llegan a todos los rincones donde se tejen los vínculos interpersonales, se insertan en el ADN social y sus efectos no se detienen en los individuos, sino que de una forma u otra se prolongaran de generación en generación.

Sus efectos: inyectar el narcisismo insolidario, el odio hacia el otro porque la sola presencia de la alteridad diferente supone un cuestionamiento de nuestros engaños, solo aquellos sujetos que han asumido una mayoría de edad Kantiana; es decir capacidad de crítica, de evaluar, razonar y verificar, pueden resistir los efectos de un tal veneno, los otros, los que se mantienen en una actitud sugestionable acogen el veneno y dejan que contamine todos los aspectos de su vida. Relaciones sociales, familiares, de trabajo… y así, sus efectos se convierten, la mayoría de las veces, en irreversibles, porque por incapacidad o por intereses más o menos conscientes, más o menos confesables, aman más a la droga que a sí mismos.

Pero ese veneno no solo destruye la vida social, provoca muertes reales, estos días lo hemos visto en el asalto al congreso  de EEUU, años de propalar ideas falaces, que culminan en las mentiras sobre los resultados de las elecciones, precipitan hacia actos criminales, estas mismas circunstancias ya se dieron anteriormente, tenemos dos muy cercanas a nuestras vidas. La guerra civil y la segunda guerra mundial, en ambas la práctica de la Propaganda al estilo Goebels estableció nuevas cotas de cinismo que aún pagamos ahora, con la deformidad de algunas de las ideas que inspiran la vida de sujetos que son aún franquistas, sabiéndolo o lo que es peor sin saberlo, lo que dificulta el debate abierto de las diferencias de concepción política, única forma de convivir en la diferencia sin abocarnos a la destrucción del otro.

Sabemos que La Verdad no puede tenerla totalmente nadie, pero el totalitario sí que trata de hacer pasar sus verdades por la única y entera verdad, eso lo hace inepto para el debate, el diálogo la negociación y finalmente el pacto. Y sin eso no puede haber democracia, el ritual del voto pasa a ser un acto sin valor, sin sentido y sin efectos. El efecto de violencia es inmediato incluso en entornos de apariencia democrática, aparecen los asesinatos de despacho, El coronavirus nos ha puesto con claridad frente a esa realidad permanente, aquellos que toman sus juicios como la verdad sin tener en cuenta ni los desmentidos de lo real, (la realidad es tozuda) ni los saberes de los otros, deciden unilateralmente con sus decretos, con sus informaciones en los medios comprados, con las soflamas inyectadas a golpes de populismo, y con el robo del discurso del otro de sus palabras para ponerlas al servicio de significados literalmente opuestos, constitucionalismo, estado de derecho, legalidad, se ponen al servicio de justificar recortes sociales, sanitarios en vivienda… que implican mayor mortalidad en la población. En nombre del bien común.

La responsabilidad es de todos, partidos políticos, jueces, medios de comunicación, ciudadanos… tenemos el deber de volver a la senda del respeto al otro como interlocutor, y a la causa que cada uno debe servir sin mentiras, ni trampas ni exclusión en la participación, ni por razón de sexo, clase social, diferencias de lengua y modalidades de goce. Solo como un mosaico plural, como un «trencadis gaudiniano», se puede construir una sociedad democrática, inclusiva y justa.

Para ello hemos de poner de nuevo en pie, individual y colectivamente una voluntad de verdad, honestidad y respeto a la diferencia. Donde impere en el sentido más clásico: el Decoro, es decir la adecuación de la forma en lo que uno dice a aquello que le hace hablar, así quizás nos acercaríamos a la realización de ese objetivo de la ilustración que tan bien expresaba Condorcet:

«El reino de la verdad se acerca: nunca el deber de decirla fue tan imperioso porque jamás fue tan útil»

«Memorias sobre la instrucción pública».  *Condorcet «Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano». Edición de A. Torres del Moral y Marcial Suarez Editora Nacional

Jose Monseny Bonifasi
Enero 2021

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