Drácula y Edipo
“Que alguien deba primero morir para devenir vivo…”
El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen 1907
Sigmund Freud
Los mitos como abordaje de lo real
En el año 1897, vieron la luz dos textos nacidos en campos muy alejados, tanto desde el punto de vista geográfico como discursivo, y ambos venían a sentar las bases de lo que serían dos de los mitos más significativos del siglo XX.
Uno de ellos el Mito de Edipo es escrito por un judio vienés, oriundo de Moldavia: Sigmund Freud, y es nombrado por primera vez el 15 de octubre de ese año en una carta a Fliess, surge en el campo discursivo del psicoanálisis, en aquel entonces una práctica incipiente, y es el fruto de su auto análisis y de la práctica terapéutica con sus pacientes. Freud le escribe a Fliess que funciona en aquellos momentos como una suerte de Otro para él: «Un solo pensamiento de validez universal me ha sido dado. También en mí he hallado el enamoramiento de la madre y los celos hacia el padre, y ahora lo considero un suceso universal de la niñez temprana».
El otro, es escrito en forma de novela por un irlandés, que trabajaba en Londres, Stoker De Bram (1847-1912). Se trata de algo que surge en el campo discursivo del arte, praxis en la que Stoker sorprende a sus cercanos pues no se le suponían veleidades literarias a un hombre que se movía en el campo de lo administrativo. Y esa producción literaria que no pasaría a la historia por su cualidad artística, por poner un ejemplo el diccionario Bonpiani ignora totalmente tanto la obra Drácula como novela como a Stoker como autor; sin embargo, su saga conoce desde el primer momento un gran éxito, que no para de crecer. Drácula como mito en la época es indiscutiblemente una realidad ineludible y que vive un proceso creciente de extensión tanto por su capacidad de infiltrar el campo de las producciones culturales y artísticas, como para ampliar su campo semántico en el universo del lenguaje.
En el primero, es Freud el que hace una operación de reducción, de un concepto tomado del campo de la creación artística: el drama de Sófocles llevándolo a concepto psicoanalítico fundamental, en su afán por conceptualizar un observable de la experiencia analítica, supuestamente de valor universal, mediante una operación inductiva, no exenta de coraje, tanto por la parquedad del material observado, como por el echo de implicar una tesis escandalosa para su época. Esta operación eleva la saga edípica a la categoría de un Mito, en un sentido que esperamos desvelar a lo largo de este trabajo, aunque solo sea de forma parcial, pues el propio Freud no dejará de completar la versión del mito al descubrir las complejidades estructurales que el mismo implica, y la insuficiencia de sus formulaciones primeras, de ahí la importancia del conjunto de sus aportaciones y especialmente de esos dos textos que escribió más tarde: «Tótem y tabú» y «Moisés y la religión monoteísta».
Sin embargo, su presencia en la cultura moderna y post-moderna es escasa y su declinar corre paralelo a la operación de progresivo rechazo del psicoanálisis, es cierto que esa Verneinung no puede eliminar el tema, pues a pesar de todo podemos encontrar en la cultura actual abordajes directos del drama de Edipo, que no desmerecen de Sófocles o Sakespeare, como la inquietante versión de Mishima en «El marinero que perdió la gracia del mar», o en producciones cinematográficas como La Luna de Bertolucci.
Sin embargo, la forma más usual que toma en la cultura actual la escenografía edípica, es la fórmula de búsqueda del padre perdido, pues en la era de la democracia formal y el consumismo, el padre real como mediador eficaz de la ley se ha debilitado, y el padre Layo que exige el sacrificio de sus hijos, declinando así su función simbólica como padre muerto y afirmando una voluntad de gozar que toma en la versión sofocliana el anhelo de inmortalidad, se ha difuminado, y con ello su afán filicida se torna infinitamente más insidioso.
Desde el anonimato del estado o las grandes corporaciones multinacionales en las que la figura del amo es tanto más inexorable en tanto se vela tras un poder anónimo, la figura del super-yo, freudiano como imperativo anónimo deviene a la vez omnipresente: !goza¡ se oye por todos los medios, y especialmente por la tv, el gran vocero del amo, pero a la vez la figura tiránica deviene inatrapable, y deja a los hijos sin saber a quién afrontar para emanciparse. Entonces estos más bien parten a la búsqueda de ese padre real que anudase el registro del deseo y la ley y que aparece ausente, como un Ulises definitivamente perdido para Ítaca.
La filmografía sobre esta operación de parcheo imaginario de la figura paterna en la que es el hijo el que corre con el gasto de la operación es inacabable, aquí es Telémaco el que debe partir a la búsqueda de un Ulises, que ha rechazado la ayuda de Hermes, y yace en los brazos de la Circe del capitalismo consumista.
En el segundo caso, nos encontramos en el instante creativo del mito, Stoker como Sófocles se adelanta, a los psicoanalistas, a la hora de revelar la estructura de la subjetividad humana. Como señala Lacan es esta capacidad del artista, la que justifica la operación de reducción de la creación artística a la teoría psicoanalítica, y en ningún caso una suerte de psicologización banal de los personajes de una obra o de su autor, totalmente contraria a los principios de la praxis analítica, que no puede ejercerse sobre ningún sujeto sin su presencia, «in absentia e in efigie» que diría Freud, pues falla su enunciación viva y lo que es más importante su consentimiento.
De lo que se trata es de reconocer el valor del discurso artístico, para anticiparse a la hora de atrapar lo real de la subjetividad humana, de su valor de saber efectivo, y que en el caso de Drácula es particularmente evidente y esclarecedor, cuando se compara el rigor y la amplitud con la que Bram Stoker da cuenta por anticipado del concepto de pulsión, lo que según Freud sería el verdadero gran Mito aportado por el psicoanálisis.
Solo que hará falta la formalización lacaniana, su recurso a la tópica geometral y a la topología para poner en evidencia todos los pormenores de la genial anticipación del autor de Drácula.
El recorrido de la operación de Stoker, sería una camino que quizás partiría de la historia-leyenda (habría que cotejar las fuentes que le decidieron a dar al mal la figura de un conde transilvano), al parecer bebe de ciertas leyendas a propósito de un personaje historico: Vlad Tepes, un conde valako, que encarna el prototipo de la crueldad y la ferocidad, pero también del orgullo el espíritu indomable de los Valakos, pueblo curtido en mil batallas y auténticos azotes del imperio turco, que disponía de ejércitos mil veces mas numerosos que ellos. En todo caso Stoker lo hace entrar en el campo de la creación artística.
Pero quiénes lo reconocen en su categoría de mito, son las propias masas, pues hacen de él un perpetuo referente en la cultura especialmente en lo que se viene en llamar cultura de masas. El pasaje sería pues historia- arte- mito.
Mientras el psicoanálisis, ha desarrollado la teoría de las pulsiones, pues es esa realidad libidinal la que los analistas descubren al escuchar las demandas de sus pacientes, realidad pulsional que se impone del hecho de que el inconsciente se revela ser algo más que un texto significante enterrado por efecto de la represión.
El recurso freudiano al modelo arqueológico para ofrecer una analogía sobre el estatuto del inconsciente se le reveló insuficiente, pues en el concepto de inconsciente no se trata solo de inscripciones en los monumentos enterrados o bien de papiros escondidos que deben ser descifrados para curar al paciente de sus síntomas, aunque estos sean verdaderamente la expresión de restos textuales, los síntomas muestran una dinámica que se impone sobre el sujeto, una fuerza que quiere llevar este texto olvidado a la existencia, haya o no haya arqueólogo que busque su sentido. El inconsciente freudiano no es esa piedra de Rosetta que espera pacientemente en el desierto que un Jean-François Champoillon quiera descifrarla, el inconsciente se manifiesta más bien como una máquina de Tubinga que trabaja sin descanso, tiene su texto, su lógica y hasta sus ecuaciones si se quiere, pero una fuerza la empuja una fuerza que va más allá de las necesidades de la vida es decir de los instintos, una fuerza que exige realizar ciertas satisfacciones hasta llevar a ciertos sujetos más allá de su bien, e incluso a la destrucción de su vida, así lo atestiguan el toxicómano, anoréxica, ejecutivo…
Esa fuerza, que no hay manera de formular en una energética, lo que permitiría darle un estatuto científico pleno, no para sin embargo de hacerse presente, en realidad es lo más evidente que existe en la realidad humana, quizá por ello aparece oculto al que no quiere verlo, pero se puede captar en todas las actividades, se muestran en los telediarios, y no digamos ya en la sucesión de acontecimientos históricos, en todas las actividades recreativas, culturales, etc… Freud con esa insobornabilidad de espíritu que le caracterizaba, la designó: pulsión de muerte, y en la imposibilidad de darle estatuto científico le da el estatuto infinitamente más universal que las fórmulas científicas, le da estatuto de Mito. Y establece una primera lista de los objetos pulsionales que el psicoanálisis descubre como motores del inconsciente: oral, anal, genital.
Lacan vendrá a modificar esa lista, y añade las pulsiones escópica e invocante y precisamente pone en cuestionamiento que lo genital pueda alinearse en el rango de las pulsiones, en tanto la función fálica, estaría vinculada a otra realidad estructural, que desde el orden simbólico viene a superponerse sobre las pulsiones con el fin de civilizarlas, de hacerlas entrar en el régimen de la ley, y donde la función del padre tendría un papel esencial, el falo como función de referencia para definir una posición sexual, dependería de la instauración de este orden no estaría en el rango de las pulsiones, aunque no dejaría de estar articulado con ellas de forma contingente y no precisamente armónica.
Toda esa larga formulación acerca de la naturaleza de lo pulsional, que necesitó cerca de cien años de praxis del psicoanálisis se halla de alguna forma anticipada en la banal novelita de Stoker, ¿podría explicar eso las razones de su éxito?
Es impensable que la coincidencia rigurosa y extensa de la lógica que preside tanto una creación artística como una praxis como la del psicoanálisis, sea explicable por el recurso a la intervención del azar, ¿no es más lógico pensar que dicha homología daría cuenta del rigor tanto de la una como del otro, a la hora de expresar lo real en juego en la existencia del ser parlante? Esto no solo hace menos creíble ciertas criticas llegadas desde ciertos enfoques científicos, para no decir cientifistas por cierto nada exentos de falacias, sino que cuestiona a los que quieren hacer de la ciencia el único referente fiable a la hora de dar cuenta de la realidad, y especialmente cuando se trata de la realidad de la estructura de la subjetividad humana.
Drácula-la pulsión
Veamos los elementos, estructurales que una lectura comparativa del Drácula de Stoker y de la teoría de las pulsiones nos permiten aislar.
Antes que nada deberíamos prestar atención a la exigencia de aterritorialidad que el mito de Drácula necesita proponer a la hora de describirnos dónde se aloja este, esa famosa Transilvania, todo indica que el castillo de Drácula vagamente ubicado en los Cárpatos, se encuentra en realidad fuera de todo lugar, en tanto un lugar es aquello que solo puede ser dado a las cosas por el significante.
Tanto en la novela como en algunas versiones cinematográficas, se resalta que en el viaje hacia el castillo el anti-héroe, que es el protagonista de la novela, Jonathan Harker, capta que a partir de cierto punto, atraviesa un litoral y entra en un mundo donde no hay indicadores de dirección, ni nombres de aldeas y donde es imposible decidir un sentido a su viaje que parece haber entrado en un dar vueltas sobre sí mismo, Harker percibe que se «ha caído del mapa», ya no está en la red de los significantes, espacio y tiempo se convierten en a-dimensiones que se sienten en la simultaneidad-discontinuidad sin dirección.
Y no vamos a hacer especial mención al detalle que seguramente habría despertado vivamente el interés de Freud, del hecho de que en el instante de este salto nuestro protagonista sospecha vivir en estado de sueño. De ahí en adelante el par despertar-dormir va a tener una importancia fundamental en las experiencias vividas por Jonathan en Transilvania, introduce una escansión en sus experiencias, sin que eso no suponga una cronología, y menos una historización, y lo mismo les ocurre a todos aquellos que más tarde entren en el ámbito de influencia de Drácula.
Así pues nuestro protagonista, inicia su experiencia vital allí donde Freud apuntaba que debía terminar su experiencia el analizante, en su «wo es war soll ich verden», «allí donde ello se estaba yo debo advenir», nuestro héroe sin apenas mediación se ve confrontado en esa otra escena más allá del mundo consciente, e incluso más allá de donde el inconsciente es textura poética, donde se halla historizado en un sentido primordial en tanto determina acontecimientos en la historia y regido por el imperio de la prohibición, se enfrenta a la pulsión desnuda, al goce ciego que no conoce otra meta que satisfacerse y no sabe de otra ley que el imperativo: goza.
¿Por qué estamos tan seguros de que Drácula representa la pulsión, y no por ejemplo el deseo oral? Porque no hay deseo fuera del escenario significante, y por lo tanto del lugar donde una ley se reconoce aunque sea para trasgredirla, si algo ha captado con maestría Stoker, es que su Drácula no es un trasgresor, su affair no discurre ni bajo el imperio de la ley, ni en su contra, es por fuera de la ley tanto si la entendemos como la ley del inconsciente y sus leyes del lenguaje o de las leyes de la res-publica. Apelar a la legalidad vigente no sirve de nada, los personajes de la novela lo comprenden espontaneamente, cada uno libra una batalla individual contra esa tentación viviente y debe darle su propia respuesta.
Hay otro detalle, que intuye el autor respecto a la naturaleza de la pulsión, esta no tiene imagen especular, Drácula en tanto presentifica con su voracidad ciega la pulsión oral, dándole a su objeto ficción literaria imagen y nombre por obra gracia de la ficción literaria, sin embargo no puede dejar de señalar que ese objeto no entra en el rango de los objetos de la estética, a los objetos que vienen a representar el deseo o el narcisismo es decir al amor, como ya había señalado Lévy Bruhl en el mito las imágenes son profundamente intercambiables, los pueblos usan indistintamente representaciones humanas o animales para presentificar en el mito los elementos que lo definen, que no toman su naturaleza de una ontología en sí misma sino de la lógica de su conexión, lo que les deja libres para tomar la forma que le plazca al narrador.
Harker descubre con horror que Drácula no se refleja en el espejo, eso también contribuye a darle su estatuto deshumanizado, como a la pulsión misma, que en todas las ocasiones que traspasa los límites impuestos, por la dimensión imaginaria produce inexorablemente la fragmentación de los cuerpos, la reducción de los mismos a su miserable condición de consumibles o desechables, todo el arte moderno desde Leonardo hasta aquí no para de recordarnos esto, no en vano Leonardo fue pintor pero también diseccionador de cadáveres de forma furtiva en Florencia y bajo la protección de las actitudes tolerantes del Dogo de la Serenísima. Lo que le convirtió en gran dibujante de desollados.
Situaciones como la guerra, son particularmente eficaces para poner en evidencia la capacidad destructora de la consistencia imaginaria cuando la pulsión suprime los límites. De ahí que la televisión bascule entre la voracidad del ojo que quiere devorar todo y su efecto diseminador sin límites del horror y la angustia por el mundo, al ofrecer la posibilidad a los televidentes de verse objeto de deshecho, en los cadáveres que diariamente nos sirve a la hora de comer, desayunar y cenar y por otra parte los poderes del amo que proclaman la necesidad de velar dichas imágenes censurandolas directamente o llamando a la auto-censura.
En este sentido el control de la información que los EEUU trataron de ejercer en la última guerra de Irak es paradigmático, del uso del cuerpo fragmentado, como agente de propalar el horror, se trata ante todo de velar los cadáveres propios, y de la exhibición de los de los otros, e igualmente por parte de los otros terroristas es importante difundir imágenes de cuerpos fragmentados del enemigo. Aunque finalmente no se trate de ser especialmente eficaz, porque el velamiento total del horror de la guerra, no es conveniente a ninguno de los dos, porque no solo se trata de un arma contra el enemigo, se trata de un arma hacia los propios feligreses para que consientan a un gobierno que en nombre de ese horror exige sacrificios, restricción de derechos y libertades y finalmente más guerra.
Pues a la pulsión la unidad imaginaria del cuerpo y su belleza le es indiferente, en Drácula esto está claro, no importe que sienta atracción por las mujeres bellas, su imparable puesta en acto se pasa de la belleza del cuerpo, solo la satisfacción de la voracidad oral importa y eso mismo va a disecar, mortificar la belleza que le es tan inaccesible al vampiro como a Tantalo el agua. Por eso se equivocaba Coppola al hacer de Drácula una historia de amor, aunque el amor no deja de tener relación con la pulsión, no puede hacer otra cosa que sucumbir allí donde esta no encuentra un límite.
La novela de Drácula plantea claramente esa necesidad de poner un límite a la pulsión para que el amor tenga una posibilidad de vivirse, y aquí es donde encontramos la dimensión mas moderna de la obra de Stoker, y lo que probablemente la hacía surgir de forma necesaria en la época que vivimos, podemos hacer incluso la hipótesis de que si él no la hubiese escrito otro debería haberlo hecho de esta forma u otra equivalente.
Como poner límite al desenfreno de la pulsión, en tiempos de democracia y capitalismo? No creo que el problema de Drácula se hubiese puesto en el antiguo régimen, os que acaso no podemos imaginar rápidamente encerrado este energúmeno en la Bastilla o en el Asilo de Charenton?
¿Qué le queda al hombre moderno, frente a la pulsión de consumir que le consume? La novela de Stoker, nos da una respuesta que respondiendo a la vez de forma plenamente coherente con lo descubierto en el psicoanálisis a propósito de la estructura subjetiva, a la vez señala la disposición particular que toma en la actualidad esta estructura.
En primer término, la novela nos dice que ante la orfandad que no deja de estar presente en toda la novela de una función de autoridad que regule tanto goce, es a cargo de cada sujeto, de la iniciativa ciudadana, como mucho del pequeño grupo de hombres de la civitas, que recae la función de oponer un límite a tanto goce mortífero y cual ha de ser el instrumento que estos sujetos disponen para poner límite, mesura o freno a tanto desmán?, Stoker, sabe más de lo que cree saber, y nos dice: el cristo, es la cruz la que simboliza el instrumento que se puede oponer al goce, no porque vaya a acabar con los embates del mal, ni tan siquiera es su condición de símbolo sagrado lo que justifica su función, aunque no sea desdeñable ese posible uso a la desesperada de lo sagrado en el hombre moderno que ha perdido toda referencia consciente al mismo, pero es más decisivo el hecho de que el Cristo, es la representación más acabada posible de todo lo que en la cultura puede venir a representar la función fálica, es decir la función por la cual un significante sostiene la posibilidad de todos los otros de representar a la cosa coma ausente, es el significante mismo que representa esa función problématica de la auhebung, por la cual el significante mata a la cosa.
Cruz, estaca, sea como sea que se lo represente, es eso lo que atravesando el corazón del goce, introduce un menos, que abre el sujeto a la posibilidad de ser causado por una falta, y de sentir un campo parcialmente despejado de goce que le permita dedicarse a las cosas del deseo a los quehaceres de la historia y de la cultura y porque no decirlo del amor.
Sin embargo, esa función fálica si sostiene el conjunto de las significantizaciones del lenguaje, no puede pasarse a su vez sin ese conjunto para encontrar su eficacia, el significante fálico puede pasarse sin ninguna referencia al saber, en el antiguo régimen estaba claro que no, el poder del rey venía de dios, y este había enviado sus leyes escritas a los hombres, después vinieron sus intérpretes y se generaron las escrituras, y ese saber estaba siempre ahí en interdependencia con la función del poder, sosteniéndose de él y sosteniéndole a él, siempre en forma problemática pero no sin un cierto grado de eficacia.
Pero el hombre de la modernidad en occidente, después de la ilustración ya no cree más en las escrituras, ¿a qué saber puede entonces encomendarse? Y Stoker nos propone una respuesta: la ciencia, es Van Helsing profesor, médico y presumiblemente psiquiatra, aunque no del todo cientifista pues se otorga más el saber por su ancianidad que por su ciencia, «los viejos como yo saben de muchos sufrimientos y de sus causas». Helsing al igual que Freud, sabe que en las enfermedades mal llamadas mentales la causa hay que buscarla en el goce, sus discípulos han olvidado ese saber sin hacer caso de su recomendación, «Recuerde amigo mío que el saber es más fuerte que la memoria, y que no debemos confiar en lo más débil».
Finalmente, Stoker lo sepa o no, se muestra heidegeriano a la hora de describirnos, la modalidad de la presencia del objeto pulsional y el porque el vampiro en su posición de consumidor es ya un muerto, aunque conserve una fuerza biológica acrecentada más allá de lo humano. Lo que lo hace muerto no es tanto su dudosa existencia física sino el hecho absolutamente necesario al mito de Drácula y es que este no puede » contemplar la luz del sol» y la emergencia a «lo luminoso» como lo expresó el propio Homero, es la condición irrenunciable de la vida, creo que no es abusivo tomar «lo luminoso» también en el sentido de «las luces».
Todo el Mito de Drácula implica el reconocimiento de las condiciones de la presencia, como diría Heideger, en el universo de lo humano, en tanto objeto, Drácula está tanto más presente en tanto menos se le ve, esto es claramente percibido por el loco Renfield. Es en tanto que elidido, deducido por sus efectos sobre los humanos como se le capta la mayor parte de las veces y cuando se muestra lo hace bajo la forma de un amo, en tanto es la forma más acabada de la presencia de la pulsión así le percibe Harker en el castillo de los Cárpatos, en el otro extremo toma la condición de este objeto aleteante que es el gran murciélago que aletea ante las ventanas del dormitorio de Lucy Westenra.
Sin embargo, aunque el objeto-drácula en su aleteo muestre la sincronía absoluta de la presencia y la ausencia como condición del objeto, no es menos cierto que se presenta a su vez como aquello que solo tiene fuerza a condición de permanecer oculto, por ello cada noche Drácula solo puede hacer una cosa esconderse a la luz, a aquello » al puro esclarecimiento, aquello que aporta no solamente la claridad, sino también el espacio libre (das Freie), donde todas las cosas, sobre todo las opuestas, vienen a aparecer» Drácula, es, a condición de permanecer en el lado oscuro, y aunque no cesa de insistir, no puede pasar del todo a la existencia, al espacio de las luces, literalmente al mundo, puesto que como expresa el propio Heideger, «El advenimiento de la claridad que libera se llama el mundo», eso es lo que hace literalmente a Drácula in-mundo. Situación sugerente que evoca la necesidad estructural de que exista el llamado “Deep state” el incubo político, al que las fuerzas deben siempre oponerse aunque no haya posibilidad de vislumbrar su desaparición total.
Así pues Stoker nos da las lineas maestras de un mito, que describe en clave de obra literaria las claves estructurales de la relación de la subjetividad con la experiencia de la satisfacción de la vida pero también la forma que toma tanto en su dimensión permanente como sus rasgos propios de nuestra época la pulsión en su dimensión de muerte y su incidencia como mal en lo humano, recoge así toda la tradición de los textos míticos clásicos, y abre una forma actualizada de dar cuenta de la cruel naturaleza del goce que habita en los humanos, y no solo a la familia de los Atreides.
Allí donde Tantalo fracasó, parece que este joven Jonathan Harker ha salido airoso, al menos en parte, pues nos descubre que, está en la naturaleza de las fuerzas del más allá, empujarnos hacia la antropofagia si sucumbimos a la fascinación de su goce consumista. Y seguramente no sea un azar, que en su versión del mito, Soker haya atribuido el papel portador de la peste, de facilitador del traslado del mal desde la atópica Transilvania hasta la imperial Inglaterra a aquel que se ve en la tesitura de encarar los oscuros designios de ese dios oscuro con fines comerciales, pues Harker viaja a Transilvania para facilitar a Drácula ciertas operaciones inmobiliarias, ninguna mitología de las llamadas clásicas habría podido imaginar una motivación menos gloriosa y más actual. El tema es recurrente en las variaciones del mito, así en Alien esa otra representación de la voracidad oral, una figura indudablemente emparentada con Drácula, la nave que se va a ver invadido por el Alien, lo es porque la propia compañía fletadora programa la trasgresión de las medidas de seguridad con el fin de que efectivamente la criatura, llegue a la tierra y con fines comerciales igualmente. Preciosa metáfora del Capitalismo.
Edipo, el Mito de la emergencia a la existencia del sujeto de la ley
Si el mito de Drácula puede dar forma narrativa a la condición pulsional del ser humano, la misma que lo arranca del orden de la naturaleza, la que hace que la sentencia «Homo homini lupus», sólo sea una metáfora fundada en una falacia que desmiente la vida cotidiana, y es que la ferocidad, que exige el hombre en su relación consigo mismo y sus semejantes, sería de tal intensidad que la acercaría a la de ciertas fieras, cuando la experiencia mas común y generalizada nos muestra que ningún animal con sus instintos es capaz de organizar tal grado de depredación como la que es capaz el ser humano con sus pulsiones, y por razones tan poco homologables a la necesidad que puede dar su justificación al instinto de supervivencia, pues la crueldad con la que se afana el «homo sapiens» en acrecentar su dominio y destrucción sobre sus semejantes, no la conocen ni los lobos ni ningún otro animal, bastaría con recordar Treblinka para darse cuenta de ello, pero siempre que tengamos en cuenta que Treblinka no es un suceso excepcional, Nagasaki, Ruanda, Timor, Armenia, etc… y otras de índole mas consuetudinaria: el tráfico de mujeres, de órganos, las drogas los malos tratos… jalonan la historia de la humanidad de un rosario de excesos que avalan la constancia de la fuerza pulsional y la dificultad de someterla al imperio de la ley.
Y ahí es donde entra Edipo, no se trata aquí precisamente de dar las razones estructurales de la limitación de esa deriva hacia la pulsión sin límites, de la entrada del sujeto en una ley que suponga a la vez pérdida, límite, y articulación del régimen de las satisfacciones pulsionales, así como exponer la función que el orden simbólico juega en dicha regulación, y la función paterna tanto en el sostén de ese orden como en el anudamiento del mismo con las experiencias de satisfacción.
Al poner el lenguaje simbólico un límite, y dar pie a la posibilidad de pacto con los otros congéneres, el orden simbólico abre un espacio de juego donde la convivencia del grupo humano puede fundar las normas de la república, el estatuto de “parletre” soporte de la ciudadanía que le da una dignidad subjetiva que no le da la simple condición de animal pulsional.
Tótem y tabú, le es necesario a Freud para dar cuenta de los fundamentos simbólicos de la autoridad, del orden moral y de las bases de una convivencia siempre insuficientemente regulada y por lo tanto en riesgo. Edipo expresa bien la división subjetiva, pues no sabe de su destino, le es inconsciente en la misma medida que le precedía, de que ya estaba en el campo del Otro, incluso antes de su nacimiento, destino que cumplirá cuanto más empeñado esta en huir de él, pero que trascenderá en su historización personal por pagar la deuda que lo legitima como sujeto de deseo.
Así pues, Edipo primero y los hermanos de la horda después, vienen a demostrar que la muerte del padre, es el fundamento del orden, en tanto el padre muerto se aviene especialmente a presentificar la condición de significante de este elemento indispensable en la estructura para que sea concebible la menor posibilidad de operar a esta función llamada paterna, sostén de un orden de ley donde no todo está permitido, y donde el ser humano se historiza. Pero en la que no todo llega a entrar.
En doble sentido de una historiazión primaria, en tanto el sujeto vive su vida en el campo de Otro, que ya anticipó los hitos de su existencia por venir, como en una historización secundaria en tanto, dicho sujeto inscribe con significaciones propias, aquellos sucesos cuando pasaron y quedaron marcados por los significantes que hacen historia de ellos, sean asumidos por él o reprimidos, renegados o forcluidos.
Por eso Edipo es un héroe vivo, le vemos nacer, hacerse un joven impetuoso, desafiar y matar a su padre, devenir rey es decir interesado al máximo en las cuestiones de la polis y finalmente pagando la deuda por su deseo, subjetivar una privación que le permite acabar sus días en la condición de hombre sabio, al cual la pérdida de la visión ha permitido adquirir una cierta mirada sobre las cosas, es un sujeto que en su historización particular hace de los acontecimientos de su vida, una experiencia,
En un sujeto así su vida es completamente distinta a la de cualquier otro, pero también son distintos los momentos de su propia vida, edipo-infans no es igual al edipo-hombre ni este lo es al edipo-anciano, y no tanto por el avance de un tiempo cronológico, sino por subjetivación de distintos momentos que implican asimismo cambios en la posición subjetiva.
Contrariamente a ese transcurrir historizado de la vida del sujeto y en el que todo acontecimiento de lo real toma sentido de experiencia vivida a partir de la significantización que en cada momento el sujeto asume de lo acontecido, visto desde la perspectiva de un punto de vista virtual desde donde el sujeto se anticipa y contempla retroactivamente y que es el fin de su vida, pivote de toda historización que solo puede ser introducido a partir de la conciencia de su mortalidad.
En Drácula el no-muerto, el no-vivo, el inmortal, todo es siempre igual a si mismo y la eterna repetición de acciones de goce no constituyen una sucesión histórica, sino una mala infinitud, insustancial según demostró el propio Aristóteles y sin posibilidad alguna de constituir un verdadero acontecimiento, pues el acontecimiento por más que sea de lo real no se da como anterioridad pura, sino que es deducible en forma retrospectiva desde la experiencia, es decir en la medida de que haya sido historizado, y esto es valido en la subjetividad individual o en la conciencia cívica de la polis. Incluso si esta historización deja patente un resto insimbolizable que exigira sucesivas re-simbolizaciones.
De Edipo a Drácula, una regresión
Nuestro trabajo, intenta ser una lectura de la dimensión sintomática que tiene el hecho de que ambas operaciones de mitificación: Drácula y Edipo freudiano, surjan en un mismo momento histórico, y de que conozcan un destino tan dispar en la evolución de su presencia en la cultura del siglo XX: presencia ascendente en el caso de Drácula, cine, literatura, televisión, comics tanto para adultos como para niños y en el caso de Edipo, un creciente rechazo, bajo la forma del olvido, el rechazo al gueto de una praxis: el psicoanálisis que se funda en una forma u otra por referencia a él, y que es declarada una y otra vez periclitada, o bien cuyo abordaje se realiza por su vertiente más engañosa, deformada o superficial.
Ahora bien, varias cuestiones se plantean cuando realizamos una operación de este tipo, ¿esos efectos son sintomáticos de qué?, ¿que puede dilucidar una tal lectura, en la que confrontamos las lógicas coincidentes de las formulaciones que provienen de los distintos discursos: arte, mitología, psicoanalisis?, y finalmente ¿como saber que lo que encontramos con nuestra lectura no es un arbitrariedad de nuestra interpretación?
En lo que respecta a la primera cuestión, nuestra hipótesis es una aplicación de la fórmula psicoanalítica del síntoma, es decir, que las formaciones culturales son formas sintomáticas, es decir: formaciones simbólicas agitadas por un real y que los impases a los que llegan presentifican lo imposible en esas formaciones simbólicas que es lo que va a exigir el recurso a su formulación mítica. Por eso siempre ha habido mitos, e incluso en la modernidad en la que domina el discurso de la ciencia, el pensamiento mítico no solo no ha desaparecido sino que infiltra algunos aspectos de la ideología científica.
Tanto su formación, como sus transformaciones, como sus puntos de fracaso, responden pues a las respuestas dominantes dadas por cada época a lo real en juego y a los limites de dichas respuestas discursivas.
Es decir los impasses del discurso dominante por el que esta época afronta dicho real, y la posibilidad de que esto implique ciertas posiciones subjetivas dominantes en dicha época. Pueden cernirse a partir de revelar la lógica de dichas formaciones sintomáticas y su evolución en una determinada época. Análisis que puede permitir anticipar ciertas modalidades de respuesta política, pero también ciertas prevalencias en las modalidades de formaciones clínicas.
En este sentido, la prevalencia del mito de Drácula al mito de Edipo sería literalmente una regresión, clara desde el punto de vista la estructura de la subjetividad, regresión que comporta el debilitamiento de la función simbólica en la regulación o mejor dicho el anudamiento del régimen de las satisfacciones, es decir una regresión ética, y esa regresión afecta tanto a una gran parte de los sujetos como de las instituciones y con ella aparecen toda una cohorte de fenómenos que van a prevalecer en la época.
Se debilita la dimensión del deseo, en beneficio de la dimensión mortífera del goce y la correspondiente pendiente hacia la melancolización, debilidad de la función de la ley en los sujetos, con la consecuente despolitización en beneficio de la violencia, y aparece la celebrada des-historización del sujeto, con la pérdida de sentido de una vida que se protocoliza y se reduce a la búsqueda de una eternización sin-sentido, como Drácula el sujeto moderno eterniza su vida aunque ya nadie sabe para qué se quiere fuera del estatuto de consumidor, el sujeto ya no tiene proyecto de vida, sino un programa de sucesivas satisfacciones que le presentifican solo a condición de repetir el acto de consumir, pero que en la ausencia de por-venir historizado se encuentra literalmente muerto por no consentir a la asunción de su condición de mortal que le llevaría a la existencia, a las luces. Por eso ese sujeto cada vez quiere saber menos, no quiere saber de la verdad de su existencia particular, el saber se reduce a una tecné de la adquisición y consumición de bienes sin objetivo alguno. Esta misma promoción del goce ha cambiado la naturaleza de los ideales, honestidad, heroicidad, sabiduría, bondad servicio etc… son ideales del pasado, en tanto todos ellos se fundamentan en una pérdida de satisfacciones inmediatas, ahora los ideales que si existen se afirman en una intima reunión con los goces sin limites, riqueza, belleza, como Lacan afirma: “una ética se define más por aquello a lo que un sujeto renuncia que por aquello que se permite” Que en la actualidad tiende a ser todo lo que me dé más goce, como lo expuso de forma desnuda Ivan Boesky el super bróker de Wall Street en sus conferencias en las universidades: “La codicia es sana”
Esa draculofilia, no es acaso una forma inconsciente del sujeto moderno de reconocerse de forma inconsciente en su estatuto de puro consumidor, que se consume y consume su entorno en una devoración sin límites
El consumidor, es el sujeto del gran discurso dominante en nuestra época: el capitalismo en su versión tecnológica y científica y globalizado, un discurso que en si mismo aparece como pudiendo devorar todo, sin producir restos no reabsorvibles y por tanto capaces de promover su posible subversión.
Si por algo se especifica en este discurso un hombre, una mujer, un niño, un anciano, un enfermo y tutti quanti es por ser consumidores. La consumición es el medio por excelencia para que la acumulación de capital se produzca, es verdad que el control de los medios de producción son fundamentales, pero lo decisivo es que el sujeto consuma. El antiguo aforismo marxista: «de cada cual según sus posibilidades y a cada cual según sus necesidades» nos dejo en las aporias en las que tanto los paises comunistas como el Weldfare state caía a la hora de definir las necesidades de cada uno, ¿qué es verdaderamente necesario a cada sujeto?, la asistencia social aún ahora no ha encontrado una salida de las aporias de lo necesario.
Lacan nos permitió aprender que el dominio de la necesidad estricta no tiene nada que ver con el reino de la biología, desde que entra en el campo del lenguaje el ser humano se exilia de la necesidad y entra en el campo de lo superflúo, Lacan lo expreso de forma radical «el deseo se sostiene de cosas baratas» entendidas como in-esenciales, aunque puedan costar mucho en el mercado.
Ninguna cultura humana, por presuntamente primitiva que sea se deja reducir al mero registro de lo necesario, al menos si entendemos como tal aquello que es imprescindible para que prosiga el funcionamiento del organismo humano, ni la mas precaria de las tribus puede prescindir de la estética, de la trascendentalidad mágica, mitica o religiosa y con ella de aquello que se puede revelar como prescindible ya sea entre los sujetos de dicha tribu o en los demás.
El discurso dominante ha decidido pasarse del todo de la economía de lo necesario, se trata simplemente de un «consuma cuanto más mejor» y cuanto más innecesario sea lo que consume más apetecible es y más le reasegurara sobre la trascendencia de su ser de consumidor, y de su rango superior al de otros consumidores.
El consumidor moderno, tiene que deshistorizarse, por eso era inevitable que se declarase el final de la historia (Fukuyama) , el acto de la consumicion, no se sujeta a ninguna historicidad, fuera de la caducidad de los objetos y de la necesidad de repetirse igual a si mismo, es perfectamente in-trascendente no se inscribe al servicio del desarrollo de ningún devenir histórico, como cualquier acto de puro goce, ni tan siquiera se historiza en la provisión de las existencias, se consume innecesariamente en la alegre ignorancia del agotamiento de los consumibles, sin querer saber nada que este es coextensivo del final de los consumidores. El planteamiento mismo de la cuestión de lo sostenible no cuestiona el principio de fondo, se trata de abordar la cuestion solo para deducir las condiciones de su durabilidad y no tanto para cuestionar su fundamento mismo, es decir si la cuestión de si el acto pulsional consumidor es el fin en si mismo del ser humano, o una actividad estrictamente secundaria supeditada a la prosecución de fines éticamente más deseables.
El puro consumidor, esta literalmente muerto como Drácula, no existe para la polis a titulo de sujeto de deseo, el capitalismo solo puede funcionar si los objetos del consumo se suministran aboliendo toda condición particular que de entrada pudiera plantear el sujeto y más aún si deben de ceñirse a las condiciones históricas particulares de tal o cual pueblo en tal o cual momento de su desarrollo histórico, el tiempo de cada sujeto lo mismo que el tiempo de cada pueblo es su ser, y estos quedan abolidos por el tiempo que impone la producción y el mercado. Los gadgeds informáticos son especialmente reveladores en este sentido.
¿Qué existencia le espera en un funcionamiento social regido por la depredación y el consumo, al sujeto de la historia? Es tan auténticamente inatacable el sistema capitalista y el consumo que promueve? Gran parte de su éxito estriba en hacer creer estas mismas ideas, en su orgia consumistica ha logrado hacer aceptar que su fin es el mismo que el fin del mundo, y esto en más de un sentido. Por eso la ciencia le es particularmente necesaria, pues la ilusión de la objetividad auto trasparente es imprescindible para sostener la absoluta falta de trascendencia en la que ha de moverse el sujeto con voluntad de satisfacción sin limites.
Se nos ocurre que las respuestas solo pueden llegar como en la novela de Stoker de la ciudadanía, es de todo punto fundamental que se reintroduzca la trascendencia en la vida ciudadana, pero esta trascendencia que necesitamos no nos puede llevar a otra regresión, como acontece con la llamada nueva religiosidad, que es un intento de reproducir o bien el antiguo regimen teocratico al estilo de ciertas comunidades norteamericanas cada vez más numerosas o bien promover formas de religiosidad autísticas e insolidarias, disfrazas a veces de sabiduría oriental, que implican la ilusión del salvacionismo por exclusión interna.
Debemos reimplantar el sentido trascendente desde una nueva conciencia histórica, que nos desvele las verdaderas necesidades del mundo actual, y lo solidarios que somos todos con ellas, sobre la necesidad de reconquistar el sentido histórico de la vida de cada sujeto condición para que pueda reunirse al movimiento histórico de la humanidad sin que se le devuelva a esa falacia que afirma que la realización de lo colectivo exije el sacrificio de lo particular. Pues la historia que hay que realizar no es un universal cerrado y por ello pre-determinado, hay que recuperar la responsabilidad sobre el futuro por venir, sin que vaya en detrimento de la actualidad por mejorar, y la conciencia que este está abierto y no todo preescrito como ciertas formas de hegelianismo nos quieren hacer creer.
El psicoanálisis, como praxis de la trascendencia laica, puede aportar su grano de arena, pues reconoce un más allá del yo sin negar a este su responsabilidad, y la necesidad de asumir su emancipación por la via de querer lo que desea, sin que ello se oponga a la relación a los otros, al contrario, porque esa verdad de lo que desea solo pasando por los otros la puede atrapar, desmintiendo la ilusión solipsista y autistica de la autoayuda, falacia que se descubre en el mismo momento en que se lee cualquier libro puesto que no hay nada mas hetero al sujeto que la escritura del otro. Falacia necesaria al consumidor, pues nada es mas solitario que el acto consumistico y nada necesita más de los otros que la realización de un deseo que implique aportar algo a la obra humana.
Jose Monseny Bonifasi
Revisión del artículo publicado en 2005 por la revista Clínica y pensamiento nº 4
Temas:
La necesidad del mito, en la teoría y en la clínica
La relación del Mito, con las leyendas, la literatura, los sueños las costumbres, las relaciones sociales: filiación, gobierno y con la religión y la ciencia.
Le emergencia de dos Mitos en el mismo año 1818
La función del artista como adelantado al analista, Sófocles- Freud y Bram Stoker – Lacan
El mito de Drácula una forma de dar cuenta de lo real de la pulsión
El mito de Edipo, la entrada del goce y del sujeto en el orden de la “cultura”,
El complejo fraterno, subrogado del Edipo.
El mito de edipo como formulación de la humanización del sujeto de la pulsión
La formalización estructural del capitalismo y la necesidad de trascenderlo para superar la pulsión de muerte
Bibliografía
Aristóteles, «Metafísica» libro decimocuarto
Blumenberg Hans, «El Mito y el concepto de realidad»
Bruno Pierre, “Discours analytique, discours capitaliste” Trefle nº 1 Marzo 1999
De Waal Frans, “El simio y el aprendiz de sushi” Edit Paidos
Feyerabend Paul K., «Contra el método» Ediciones Orbis
Freud Sigmund, “Carta 71 a Fiess” (15 de octubre 1897)
———-«Tótem y tabú
———-«Cinco conferencias sobre psicoanálisis»
———-«Conferencia 32 “Angustia y vida pulsional” Nuevas conferencias vol 22 Conferencia 32
———-«“La doctrina de las pulsiones es nuestra mitología
Lacan Jacques, «El mito individual del neurótico» (Poesia y verdad en la neurosis)
———–«La relación de objeto» Sem 4 (La estructura de los Mitos en la observación de la fobia de Juanito) Edit Paidós
———–La ética del psicoanálisis Sem VII Paidós
———–«La transferencia» Sem 8 «De episteme a Mythos» Sesion (29 junio 1960) Edit Paidós
———–«El reverso del psicoanálisis» Sem 17 Sesion 8 «Del mito a la estructura» Edit Paidós
Levy-Bruhl Lucien, “La mitología primitiva” Ediciones Península
Mishima Yukio, «El marinero que perdió la gracia del mar»
Sófocles, «Edipo rey»
Stoker Bram, «Drácula»